sábado, julio 25, 2009

Revista Filipina (Tomo III N° 2 Otoño 1999)



Revista Filipina
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Una Revista Trimestral de la Lengua y Literatura Hispanofilipina
Tomo III N° 2 Otoño 1999
Director: Edmundo Farolán
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El Presidente Estrada y los Hispanistas Filipinos
Por Tony P. Fernández

Una realidad bien triste es lo que hemos observado nosotros los que todavía cultivamos el castellano en Filipinas. Me refiero de la visita de estado a Hispanoamérica realizada reciéntemente por el Presidente Joseph Estrada, concretamente a Chile y la Argentina.

Estuvieron de visita official el ilustre Presidente Estrada y su dignísima esposa, quienes, como era de esperar, fueron cordialmente agasajados durante su estancia en ambos países.

La misión de Estrada a Latino América ha sido para fomentar y acrecentar las relaciones comerciales entre Filipinas y los países de habla hispana y va en favor de la globalización del mercado libre. No cabe duda que el Gobierno filipino quisiera acelerar las relaciones comerciales con Latino América para ayudar a la economía filipina. Y en este respecto, la República de Filipinas se ha mostrado increiblemente activo.

Estas misiones comerciales planeadas por el Gobierno filipino para los países de habla española reflejan el deseo del pueblo filipino de buscar mercados para los productos filipinos. Y se llevan a cabo por razones ecónomicas y no para fomentar los vínculos culturales que tenemos con los Hispanoamericanos.

En los banquetes con que sus colegas presidentes le honraron, el Presidente Estrada no habló en español. Y es de esperar porque Estrada se formó en inglés.

Esta realidad, lo hemos observado, puesto que, con excepción de alguna que otra persona, ninguno de los miembros de la misión filipina a Chile y Argentina, habló en español.

Los sillares hispánicos de nuestra cultura, principalmente la lengua española, jamás tuvo un papel importante durante la visita del presidente Estrada, pues no se puede negar que el castellano, en los tiempos actuales, ha encontrado su amen en Filipinas por la indiferencia del Gobierno filipino quien en vez de fomentar su difusión, lo suprimió como idioma oficial del país, negando el hecho que en el fondo de nuestras costumbres, buenas y malas, de nuestras ideas y nuestros sentimientos está latente lo español. Y negando también que en Filipinas tenemos aún hispanistas filipinos que siguen muy activos y hablan el inglés además de las lenguas vernáculas y el español , hispanistas quienes pueden ayudar a Filipinas en su expansión económica en los países de habla española.

Pero es de lamentar que cuando la misión filipina del Presidente Estrada emprendió el viaje a Chile y Argentina, ocultaron o han olvidado de usar el castellano para honra de Filipinas que por imperativos de su historia es un país hispánico.

Desde hacía tiempo se sentía la necesidad de mantener el idioma español no solo para provecho de los filipinos sino para cultivar al mismo tiempo el acercamiento de los filipinos que estiman la cultura hispánica con los pueblos de habla hispana. En otras palabras, con la actual mundialización del comercio, es evidente la importancia del español. Tengamos en cuenta también que actualmente el castellano es el tercer idioma más hablado del mundo después del chino y el inglés.

Pero la iniciativa del Presidente Estrada de visitar Hispanoamérica merece nuestro aplauso y nuestra gratitud.


Sobre la adquisición lingüística de términos foráneos en el idioma tagalo ,o como sobrevivir en la selva pinay (filipina)
Por Jack Schnabel

(Egresado en matemáticas del Ateneo de Manila, el autor es actualmente catedrático en finanzas internacionales en la Universidad Wilfrid Laurier ubicada en el Canadá. Durante el año académico pasado, él fué profesor visitante en activos derivados en la Escuela Whittemore de Negocios y Economía de la Universidad de New Hampshire. Ironicamente, dado el enorme afecto del autor respecto al idioma de Cervantes, su abuelo paterno y tocayo fué, durante la época de la colonia norteamericana, integrante del ejercito conquistador y, en su calidad de funcionario en el ministerio de educación durante la década de los 20, desempeñó un papel clave en el eventual desvanecimiento de la lengua castellana en las Islas Filipinas.)

El radical desplazamiento del idioma castellano en Filipinas es un tema bien profundizado en los anteriores números de esta revista electrónica, los cuales están, a propósito, archivados en la red internet. Así que, tal vez sería redundante abarcar el mismo tópico en este articulo. Sin embargo, pretendo enfocar en forma semijocosa una faceta del fenómeno aludido. Me refiero al sínnumero de palabras castellanas adquiridas lingüisticamente por el principal idioma indígena en el archipiélago magallánico, el tagalo.

Algunos rastros de la época de la colonia española sobreviven en las matices castellanas del tagalo, aún así en forma débil y sutil.

De la misma manera, trato de confeccionar un compendio de términos castellanos aún usados cotidianamente en la ex colonia asiática. Inconsciente de sus distintos significados, el ingenuo visitante hispanoparlante corre el riesgo de provocar situaciones bochornosas o, aún peor, errores garrafales en la jungla lingüística.

La gran mayoría de los términos adquiridos llevan los mismísimos significados, solamente experimentan enmiendas de ortografía en acatamiento del alfabeto malayo. Por ejemplo, silla se deletrea silya, kwento significa cuento, parol significa farol, etc.

La supervivencia de dichas palabras en Pinoylandia (Filipinas) de vez en cuando provoca gran enojo entre algunos lingüistas filipinos, empeñados hasta la muerte en la lucha fútil de mantener la pureza del idioma tagalo. Pretenden expurgar por completo la presencia castellana, calificada de maligna o aún peor vandálica, en el tagalo, confeccionando neologismos de pura sepa filipina, tal como salumpuwit (literalmente, un dispositivo para coger el pompis) en vez de silya. Afortunadamente y pese a estos esfuerzos, el incómodo reemplazo no ha sido exitoso y la usanza de silya sigue siendo bien arraigada.

Otras enmiendas de ortografía parecen ser puramente resultados de un juego de asar, tal como lobo, cuyo significado no es un tipo de animal salvaje, sino globo. Aparentamente, un distraido lingüista filipino, tal vez en un momento de delirium tremens, perdió por siempre la G.

Cabe añadir que la Real Academia de la Lengua ha tomado represalia en materia del asunto de la G faltante. En un pésimo acto de revancha, la Academia desidió designar al idioma mayoritario en su colonia asiática como tagalo, pese a ser conocido por los tagaloparlantes mismos como tagalog.

Algunas palabras acatan, pero de manera distinta, las reglas del castellano. Por ejemplo, el diminutivo de plato no es platillo, como en todas las naciones de habla hispana, sino platito.

Otros términos llevan sentidos caducados por el transcurso de tantos años tras el mutis de los peninsulares. Sorpresivamente, el término tagalo referente al mecanismo para dirigir un vehiculo es manivela. La etimología del extraño significado se hace patente en cuanto uno se da cuenta que los primeros automóviles fueron equipados con un tipo de manivela en vez de volante.

Algunas frases son anacrónicas. Para dirigir a un taxista que pare y estacione su vehículo en la izquerda de un callejón, la frase tagala es carga de silya. Esta práctica pertenece a tiempos pretéritos cuando la calesa fué el principal modo de transportación. La silla del chofer en la delantera se localizaba en la izquierda. Asimismo, carga de mano significa parar y aparcar en la derecha. Pues, los choferes agarraban el látigo en la mano derecha, salvo los zurdos, cuya situación ambigua sigue en un limbo lingüístico.

Otros términos adquiridos llevan significados derivados de modismos particularmente peninsulares, tal como asar, cuyo significado en el tagalo es enojar. Pues hay un modismo en la Madre Patria, asar a alguien, cuyo significado es precisamente enojar severamente. Cabe agregar que no se conoce el modismo aludido en la gran mayoría de paises latinoamericanos. ¡Caray! Una amiga colombiana, al escucharme usándolo ¡me tomó por antropófago!

Algunas de las palabras adquiridas son deletreadas en diversas maneras, tales como filipino y pilipino. La F existía en el alfabeto filipino, fué lingüísticamente fulminada por los académicos del pais asiático algunas décadas atrás, pero recientemente ha experimentado un renacimiento oficialmente reconocido. Aparentamente, las reglas de ortografía vigentes en Pinoylandia (Filipinas) aún se encuentran en forma incoada o, tal vez, dichas reglas constituyen un proceso aleatorio. No consigo acertar la situación con precisión científica.

Respecto a epítetos groseros, un vulgar insulto de suma gravedad, bien capaz de provocar una súbita balacera a sangre fria y a quemarropa, es putang ina mo! (literalmente ¡tu madre es una prostituta!). Sería superfluo puntualizar la ascendencia castellana de esta extremadamente ofensiva frase. El eslabón es patente.

Otros términos adquiridos, aunque no llevan exactamente los mismos significados en el original castellano, aún así llevan sentidos sutilmente vinculados. Barkada, que significa una agrupación de amigos íntimos, proviene del verbo abarcar. Así que, barkada se refiere a gente psicológicamente abarcada.

En el tagalo, asintado, una palabra derivada de asentado, significa preciso. Obviamente, con probabilidad máxima, un francotirador asentado sea preciso. Puesto que "asentado" más o menos implica "preciso", el tagalo ha sustituido una mera implicación del término como su significado.

El sentido eufemístico se demuestra en algunas adquisiciones lingüísticas. Estero significa una alcantarilla publicamente expuesta. Así que la imagen que se viene a la mente con la frase tagala mga esteros ng Maynilà (los esteros de Manila) por supuesto no es un bello escenario rústico sino un pavoroso paisaje que asalta tanto la vista como el olfato.

Paradójicamente, en el archipiélago magallánico el término morisqueta significa arroz cocinado. Ignoro la razon por esta extraña usanza. Tal vez, en un episodio bien ocultado en el baúl de los recuerdos, el ofrecimiento de arroz cocinado por parte de una tribu anfitriona durante una cena oficial provocó morisquetas entre los huéspedes funcionarios españoles, al encontrar gusanillos en el platillo referido.

Muchos términos científicos llevan el mismo sentido tanto en el tagalo como en el castellano. Por ejemplo, en el campo de matemáticas, para referir a la raíz cuadrada se usa la frase raiz cuadrado. Recalco el género equivocado. Pues en las lenguas malayas, los sustantivos no llevan géneros, así que la regla es asumir, en este caso erroneamente, que la palabra adquirida sea masculina. Pese a la ausencia de géneros, esta regla admite de excepciones, tales como pinoy (filipino) y pinay (filipina). Pidiendo disculpas de antemano por la siguiente banalidad, la excepcón confirma la regla.

Otros terminos adquiridos muestran el sentido irónico que se encuetra asimismo en el idioma de Cervantes. Recuérdese dos opuestos sentidos del adjetivo dichoso, los cuales son afortunado y maldito. Por ejemplo, la palabra tagala siguro proveniente de seguro, ironicamente expresa incertidumbre, precisamente la ausencia de certeza. Asalto significa una fiesta en donde el invitado de honor se coge por sorpresa. Así que, en cuanto un pinoy le califica de ser digno de un asalto, ¡pues no hay que tomar el comentario halagüeño como una horripilante amenaza!

Por una razón incógnita, ganado en el tagalo significa entusiasmado. Me imagino un ganadero indígena e hispanoparlante por excelencia de antaño, tal vez en algún remoto campo de Batangas que, al encontrar su manada de vacas en un estado de frenesí sexual, repentinamente decidió cambiar el significado de "ganado". Sobra agregar que esta es una mera hipótesis mía.

Aunque no es un término legitimamente castellano, lolo en los países hispanoparlantes del Sur significa "adolescente". Empero, en Filipinas lolo significa abuelo. ¡Imagínese la reacción pasmada del embajador chileno en Manila al escuchar la alusión a su esposa como lola!

El sentido irónico no pertenece exclusivamente a los términos castellanos adquiridos, pues el mismo sentido se aplica con respecto al idioma inglés. Por ejemplo, la palabra inglesa "salvage" significa salvar, empero, en el lenguaje de hoy día en Filipinas, "salvage" significa "atacar violentamente". Por supuesto, lectores angloparlantes de los matutinos manileños se ponen atontados al leer este significado estrambótico de la palabra salvage, un acontecimiento que yo mismo he presenciado in situ.

Quizás se toma "salvage" como si fuera un término castellano, lo cual implica que el referido significado sea completamente idóneo.

En la actualidad el proceso adquisitivo anda viento en popa y a todo trapo, esta vez con respecto a la lengua anglosajona, obviamente a raíz del advenimiento de los EEUU y su apabullante hegemonía. El término para nieve es isno proveniente de "snow". Asimismo, wasin masin (lavadora) se deriva de la frase estadounidense "washing machine".

Acatando las reglas del inglés en vez del castellano, muchos términos y apellidos de origen hispano se han experimentado modificaciones en su pronunciación. Por ejemplo, la H se ha dejado de ser silenciosa, y los acentos se han desaparecido. El nuevo paradigma se demuestra con apellidos como Hontiveros, la H bien fuerte enfatizada y Solis, el tilde faltante, pues el acento se lleva en la primera sílaba.

Un siglo tras el ocaso del imperio español, estos últimos rastros de la hispanidad filipina se van desapareciendo de manera insidua, como si fuera el famoso gato Cheshire en "Alicia en el mundo de las maravillas."

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